Sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios. Porque así se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos; como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor, de la cual vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien, sin temer ninguna amenaza.
1 P. 3:4-6
La belleza más deseable, que dura para siempre, es la interior. Esta belleza tiene el más fuerte atractivo para el hombre. Aunque los hombres sin Dios inicialmente se dejan llevar por la belleza exterior, en general, los hombres son más afectados por la belleza que proviene de tener un carácter piadoso. En este asunto de comportarse de tal manera que Dios pueda cambiar a su esposo, la mujer debe tratar de desarrollar un espíritu apacible y manso como prioridad.
La mansedumbre se define a veces como blandura de ánimo, pero realmente es mucho más que eso. Más que una actitud hacia la gente, la mansedumbre se refiere a nuestra actitud hacia Dios en primer lugar. Como leímos antes, Romanos 8:28 comienza: “Y sabemos…”, muchos cristianos no tienen esa profunda confianza
en el Señor y en Sus caminos, que realmente “sabemos” que Dios obrará “todas las cosas” a nuestro favor, si le amamos y caminamos de acuerdo a Su voluntad.
Todos nos percibimos como poseedores de ciertos derechos para llenar nuestras expectativas. Creemos que tenemos el derecho de cierta clase de trato que nos haga la vida fácil y placentera. Según ese concepto, nadie debe ser tratado por debajo de cierto nivel de dignidad, ni esperar tener que soportar circunstancias difíciles
en la vida. Uno puede atravesar grandes problemas al tratar de defender esos derechos y expectativas. Muchos cristianos no están dispuestos a pasar por tales dificultades. Sin embargo, tratar de mantener esas normas de trato hacia nosotros mismos se convierte en una carga pesada.
Jesús nos da la respuesta a esa pesada carga de tratar de hacer que todos se conformen a nuestros deseos y nos traten apropiadamente. Él dice:
Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga
Mt. 11:28-30
Él dice: “aprended de mí que soy manso y humilde”. La mansedumbre encierra el conocimiento de que Dios usa todo para hacernos bien. Voluntariamente acepta los tratos de otros, y las circunstancias que vienen a uno. Hay una disposición para dejar todas las expectativas de cómo uno cree que deben ser las cosas, a los pies de Jesús, y tomar Su yugo sobre uno.
Jesús de buena gana aceptó el rechazo, la burla, el abuso físico, las acusaciones, y los malentendidos. Él se encomendó a Dios, a Aquél que usa todo para beneficiar a los Suyos. Al ser mansa, la persona entra a una paz y un reposo sabiendo que “todo está bien con mi alma”. Porque la persona que ha desarrollado mansedumbre entiende estas cosas, y no le preocupa cualquier circunstancia que Dios traiga a su vida, sabiendo que todo obrará para su bien.
Muchas personas dicen “¡nadie pasará por encima de mí!”, pero contrario a esto, Isaías escribe: “Y lo pondré en mano de tus angustiadores, que dijeron a tu alma; Inclínate, y pasaremos por encima de ti. Y tú pusiste tu cuerpo como tierra, y como camino, para que pasaran” (Is. 51:23). En este versículo, el profeta, bajo la unción del Espíritu Santo, expresa una actitud de mansedumbre. Tiene que haber una comprensión absoluta de que
Dios tiene todo bajo control.
Los romanos usaban un proceso llamado “amansar caballos” para preparar caballos de batalla. El animal era sujeto a normas rígidas de disciplina a fin de que fuera útil para hacer todo lo que se le mandaba hacer en batalla. Antes de su aprobación final, debía ser sometido a una última prueba. El caballo era llamado a pararse
al grito de atención mientras se prendía un fuego directamente frente al animal. El instinto natural pensaría que el animal huiría del fuego. Pero si el animal estaba completamente “amansado”, permanecía en su lugar.
Cuán importante es que una esposa le permita a Dios obrar mansedumbre en su corazón para que pueda permanecer firme en las situaciones difíciles que Dios usa a nuestro favor. 1 Pedro 3:5 establece con claridad que esto se puede lograr, pero solamente si la mujer tiene toda su confianza plantada en el Señor.
Te amo en el amor del Señor Jesús.
¡Dios te bendiga!
Pastor Wiliam Recinos.