Si nos santificamos, Dios hará maravillas entre nosotros. 

Y Josué dijo al pueblo: Santificaos, porque Jehová hará mañana maravillas entre vosotros.

Josué 3:5

A través de toda la historia humana, Dios no solamente nos ha dado estrategias, sino también el camino para vivir una vida de éxito; la obediencia es la clave para tener una relación cercana a nuestro creador. Él nos enseña patrones desde nuestra niñez, por ejemplo: manda que instruyamos a los niños desde pequeños para cuando estos crecieran no se aparten de su propósito.

Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.

Proverbios 22:6

La instrucción traerá conocimiento y esta se transformará en cumplir los mandamientos establecidos por Dios, a esto se le llama obediencia, caminar en sus estatutos. Alguien no puede obedecer, si no se le enseña qué es lo correcto y qué no.

El no obedecer los mandamientos de Dios, nos afectará. 

De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; más cualquiera que los haga y los enseñe, este será llamado grande en el reino de los cielos.

Mateo 5:19

Es importante entonces tener la capacidad de apartarnos de todo aquello que contamine no solamente nuestra carne, sino también nuestro espíritu y nuestra alma, ya que somos seres tripartitos, significa que somos espíritu, alma y cuerpo. De manera que todo nuestro ser debe de ser santificado para poder honrar a Dios y ser parte de su naturaleza.

Es posible tener un llamado de Dios y, sin embargo, nunca haber visto su cumplimiento porque no nos hemos santificado a nosotros mismos. A veces este tema es controversial, pero es una realidad. Existen muchísimos ministros del evangelio, entre ellos buenos músicos de la alabanza, maestros y predicadores, que no tienen una vida santificada. Se desarrollan muy bien por sus dones, talentos y entrenamiento que han recibido a lo largo de su vida; muchos con un título de diferentes cursos y materias, preparados muy bien intelectualmente pero lejos de poder ser la imagen y semejanza de Cristo.

Amado lector, no queremos ser solo un instrumento para la obra de Dios y desarrollar alguna necesidad dentro de una congregación, queremos ser portadores de su gloria, pero para ello debemos de santificarnos. Esto significa apartarnos de todo aquello que Dios aborrece.

Aquí hay unas bases de estas cosas que Dios aborrece:

Seis cosas aborrece Jehová, y aun siete abomina su alma:
Los ojos altivos, la lengua mentirosa, las manos derramadoras de sangre inocente, el corazón que maquina pensamientos inicuos, los pies presurosos para correr al mal, el testigo falso que habla mentiras, y el que siembra discordia entre hermanos.

Proverbios 6:16-19

¡Aleluya!

Pastor William Recinos

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