Los pactos que Dios hizo con el hombre contienen a menudo promesas que alcanzan a las siguientes generaciones. En el primer pacto que Dios hizo en el huerto del Edén, Él dijo que la simiente de la mujer aplastaría la cabeza de la serpiente (Gn. 3:15). Más tarde, después del Diluvio, Dios le prometió a Noé y a su descendencia que nunca más destruiría al hombre por un diluvio (Gn. 9:9-11).

Dios hizo promesas a Abraham respecto a su posteridad. En Génesis 15:18, Dios le dio la tierra por heredad. Dios sabía que Abraham obedecería a Dios y mandaría a sus hijos y a su familia en los caminos de Dios. Debido a la fidelidad de Abraham con su familia, Dios pudo cumplir las promesas que le dio.

Porque yo se que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio, para que haga venir Jehová sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él.

Gn. 18:19

Dios le prometió a David que sus hijos reinarían sobre su trono y que les mostraría misericordia a ellos. Muchas de las promesas de Dios son atadas a nuestra posteridad. Por esta razón debemos ser fieles en guiar a nuestros hijos en los propósitos de Dios. Es verdad que cada cual recibirá recompensa por sus propias obras. Pero también es verdad que nuestra herencia es completada en nuestros hijos y las siguientes generaciones. Invertir nuestra vida para guiar a nuestra familia en los caminos de Dios tendrá recompensas eternas para nuestra simiente y para nosotros mismos. Isaías 58:12 nos da una promesa maravillosa del potencial de nuestra simiente para “edificar las ruinas antiguas” y traer restauración a las ruinas de generaciones pasadas.

Génesis 25:21-26 contiene el relato de Rebeca que estaba preñada de Esaú y Jacob. Antes que todo, Isaac suplicó al Señor por su esposa, ya que era estéril. Dios le respondió y Rebeca concibió. Hubo una gran conmoción en el vientre de Rebeca, y se describe una lucha dentro de ella. Rebeca buscó al Señor y Él le habló que dos naciones estaban en su vientre. ¡Qué revelación tuvo ella como madre! El indicio de sus vidas se manifestó desde el mero principio.

Esto fue lo que se le dijo a ella: “dos naciones hay en tu seno, y dos pueblos serán divididos desde tus entrañas: El un pueblo será más fuerte que el otro pueblo, y el mayor servirá al menor”. ¿Puede usted imaginar la lucha que ella debe haber sufrido no sólo durante el embarazo sino también al ver lo que estaba ocurriendo en la vida de sus hijos? Rebeca necesitó la gracia de Dios para soportar todo lo que venía por delante al criarlos.

Otro embarazo sobresaliente fue el de Elisabet. En Lucas 1:41- 48, leemos que el bebé saltó en el vientre de ella y fue llena del Espíritu Santo al oír la salutación de María. No solamente el bebé, sino también la madre que llevaba al niño fue afectada. Esto nos ilustra que este es un tiempo en el que el espíritu de la mujer está abierto y ella debe guardarse, cuidando su ambiente y sus actividades, no solo por ella sino también por bien del bebé.

Te amo en el amor del Señor Jesús.

¡Dios te bendiga!

Pastor Wiliam Recinos.

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